Las personas cuidadoras de mayores dependientes en el entorno doméstico pueden sufrir ansiedad, depresión, problemas osteo-articulares o aislamiento social, por su labor diaria. Las políticas de apoyo son muy insuficientes.
El 83,5% de los mayores dependientes están atendidas por familiares. De ellas la mayoría son mujeres, de alta dedicación a la persona dependiente, baja satisfacción por el apoyo social recibido y por la actividad cuidadora; además, sus motivos para cuidar están más próximos a la obligación moral que a la reciprocidad, según el último barómetro de UDP realizado sobre cuidadores informales.
El escaso número de hombres cuidadores, pone de manifiesto que en nuestro país se mantiene la estructura familiar tradicional de selección de personas cuidadoras, basada en criterios de género. “Hay que favorecer la implicación masculina en el cuidado, como una forma de dar continuidad a un sistema de atención basado en gran medida en el cuidado familiar”, concluye Rafael del Pino responsable del estudio “Cuidadores de personas Dependientes” realizado por el departamento de Enfermería de la Universidad de Jaén.
Al margen del género lo cierto es que la vida de los cuidadores puede verse afectada de muchas maneras: en las relaciones familiares, el trabajo, su situación económica, su tiempo libre, su salud o su estado de ánimo. Pero no todos los cambios son negativos, a pesar de las dificultades y la dura situación, puede resultar una experiencia muy satisfactoria. Esto ocurre cuando esta labor supone luchar por alguien a quien se quiere, en ocasiones los cuidadores descubren que poseen unas cualidades que hasta entonces no conocían y no son pocos los que manifiestan haber “crecido” como personas después de enfrentarse a situaciones muy dolorosas.
Los conflictos en la familia, la dificultad de compatibilizar trabajo y cuidado del mayor con la disminución de ingresos que ello conlleva, los cambios en el tiempo libre y secuelas en la salud, son los principales problemas a los que tiene que enfrentarse el cuidador.
El cansancio y el deterioro físico no son una sensación, aparecen realmente. Hay que tener en cuenta que la edad media de los cuidadores principales es de 52 años y que cerca del 40% tienen más de 55 años. Por tanto, es muy probable que en ellos estén comenzando algunos de los cambios que conlleva el envejecimiento, como disminución de la fuerza muscular, cambios en algunas estructuras que permiten el movimiento, etc. Si a esto se añade el hecho de que están sometidos a un esfuerzo físico mayor que cualquier otra persona a esa edad, no es sorprendente que algunos de esos cambios se aceleren o que aparezcan de forma precoz.
La experiencia de cuidar, día a día, a una persona mayor dependiente puede acarrear asimismo consecuencias psicológicas negativas como la tristeza, desesperación, indefensión y la desesperanza, aparecen también los primeros síntomas de depresión.
Si usted es cuidador de una persona mayor dependiente y tiene problemas de sueño, fatiga crónica o sensación de cansancio continuo; se siente aislado, realiza un consumo excesivo de bebidas con cafeína, alcohol, tabaco, de pastillas para dormir u otros medicamentos; empieza a tener problemas físicos como palpitaciones, temblor de manos o molestias digestivas; así como problemas de memoria y dificultad para concentrarse; ya no le interesa nada de lo que antes le atraía, se enfada fácilmente y sufre bruscos cambios de humor; come demasiado o demasiado poco; y aumenta el número de accidentes domésticos… preste atención: usted necesita ayuda. Lo recomendable es solicitar la participación de otros familiares en compartir cuidados y tiempo. Aprender a decir no para evitar situaciones de abuso. Anticiparse a los problemas y cuidarse, es decir, dormir, hacer ejercicio, evitar el aislamiento, mantener aficiones e intereses, organizar el tiempo y descansar.