Envejecimiento en femenino

El envejecimiento tiene nombre de mujer. Según los últimos datos del Padrón Continuo (INE, 1 de enero de 2014), la población total en España era de 46.771.341 habitantes; de las que el 18,1%, es decir 8.442.427 tienen más de 65 años. De estos el 57,19% son mujeres,  4.828.972, lo que significa que más del 10% de la población española son mujeres de más de 65 años.

La esperanza de vida de las mujeres cumplidos los 65 años en el año 2013 alcanza los 88 años, mientras que, en el caso de los varones, se situaba en los 84. La mayor longevidad de la mujer determina la feminización del envejecimiento algo que ocurre en los 27 países de la Unión Europea, situándose a la cabeza Francia, seguido de España, y Liechenstein. (Eurostat, junio 2014).

Si la protección de los derechos de las personas de edad demanda mecanismos específicos, los de las mujeres mayores exigen un esfuerzo adicional, puesto que además de la discriminación por razón de la edad, deben enfrentarse a las derivadas por su género.

“La exigencia de la sociedad hacia la mujer de mantener una imagen atractiva que se asimila a la juventud, propicia que los referentes mediáticos de las mujeres mayores difundan una imagen física que no se corresponde con los cambios biológicos que se producen con el progreso del tiempo (Informe sobre las Mujeres Mayores en España Imserso, marzo 2011).

Por otro lado, la imagen de fragilidad, de no valerse por si mismas y necesitar cuidados es la que más ha calado en la sociedad y en el propio grupo de personas mayores sin grandes diferencias por género. Un 36,2% de la sociedad lo piensa, (un 36,9% de mujeres y un 35,5% de hombres) teniendo las mujeres esta percepción en más alto grado que los varones incluso entre las personas mayores. Las mujeres mayores lo creen en un 31,2%, mientras los varones lo hacen un 28,3%. (Informe sobre las Mujeres Mayores). En España el 25,7% de mujeres mayores de 65 años viven solas.

 El Rol de la mujer mayor hoy

El cuidado del hogar, su continuidad en el rol tradicional de amas de casa forma una parte importante de su experiencia en la vejez. Pero, además, ese rol se intensifica en la prestación de ayuda a otros, de forma destacada a los nietos, pero también a los hijos que siguen viviendo o han vuelto a su hogar.

Aunque cada vez más los hombres empiezan a dedicarle cada vez más tiempo al cuidado de los nietos el 50,2% de los hombres y el 48% de las mujeres afirman cuidarlos a diario, con una media de 5,3 horas los hombres y 6,2% las mujeres . Además un 25,5% de las mujeres mayores cuidan a los miembros del hogar que están en­fermos, y un 47% de los hombres mayores responden que son sus mujeres las que cuidan a las personas enfermas en el hogar (Encuesta Mayores, Imserso 2010).

El cuidado de los nietos, según los cálculos realizados por las profesoras Dizy, Fernández Moreno y Ruiz Cañete (Economía y personas mayores, Imserso, 2008), supondría un monto del 0,8% del PIB y el 12% del importe total del gasto en pensiones de jubilación y viudedad (contributivas y no contributivas) del Sistema de Seguridad Social.

Aún así, la valoración del cuidado proporcionado a las personas de edad es también un asunto de género. Cuando los hombres mayores asumen el rol de cuidador al enfermar su pareja, se ve a si mismo como “Sr. Maravilla” y es admirado por su competencia por todos los que le rodean, mientras que la mujer que realiza la misma tarea lo siente, y la gente a su alrededor también lo percibe así, como una obligación, asignando escasa estima social a las labores de cuidado ejercidas por la adulta mayor.

Aunque el envejecimiento presenta la oportunidad de cambiar los roles y relaciones de género estereotipados y perjudiciales para la mujer, un mejor entendimiento de cómo estos roles y relaciones de género se desarrollan y modifican con el tiempo, bajo qué condiciones y dentro de contextos culturales dados, aumentarían nuestra capacidad para responder y apoyar estos cambios en tanto se avanza en el empoderamiento de la mujer.

Algunas de las interrogantes que deben ser respondidas incluyen: ¿Cómo se redistribuyen los roles y obligaciones de los esposos que envejecen y, eventualmente, del esposo fallecido, dentro del hogar o en la familia, y qué pasa con la viuda? ¿Cómo puede el envejecimiento representar una liberación de las rígidas expectativas de los roles de género, una oportunidad para las mujeres de ser independientes y autodeterminantes, y para los hombres de asumir nuevos roles y formas de relacionarse con otros? (Joëlle Barbot-Coldevin, Desigualdades basadas en el género: la adulta mayor y su mayor vulnerabilidad. CEPAL).

La sociedad tendrá que asumir el reto que va a suponer la incorporación de una nueva generación de jubilados y jubiladas y que exigirá un enfoque distinto en el empoderamiento de la mujer mayor. Será una mujer más formada, con una vida laboral fuera del hogar, con acceso a las nuevas tecnologías y con un reparto de roles dentro del hogar definido desde antes de acceder a la jubilación.